Todos nos quejamos del problema de la corrupción en España, pero no basta con quejarse, hay que atajar con el problema y no vale con decir que es algo endémico de la sociedad española. Hace una década se decía que los españoles eran incapaces de ganar un mundial de fútbol porque genéticamente no eran capaces de jugar bien en equipo y sin embargo en 2010 se consiguió ¿Cómo? Pues con esfuerzo y dedicación.
Parece que apelar al buen comportamiento del estamento político no es suficiente y uso la palabra estamento, como se usaba en el Antiguo Régimen (no en el franquista, si no en el anterior a la Revolución Francesa) porque son una casta con privilegios y me refiero a su provilegio de aforamiento que hace que casi 10000 personas en España tengan tribunales especiales, como la nobleza y el clero antaño.
La única forma de acabar con la corrupción es eliminar los aforamientos y reforzar el poder judicial. Este está maniatado y mantenido bajo mínimos de forma consciente. En las últimos 20 años, la mayoría de la legislación al respecto en el país ha sido para eliminar el poder de los jueces sobre la clase política y además se les limita en su número. En los últimos tiempos ha aumentado el número de policías pero no el de jueces. Es decir, se refuerza el aparato represivo pero en ningún caso se refuerza el aparato judicial. Los pocos jueces que hay están desbordados y eso hace que la mayoría de las causas de corrupción queden prescritas y sus autores, libres.
A reforzamos el sistema judicial, o España se va al garete.